“La
curiosidad mató al gato, y yo soy muy curiosa…”, eso dice siempre una gran
amiga, ¡qué razón y qué inteligente!, me río siempre ante esta respuesta suya habitual, no sé
por qué mató al gato la curiosidad la verdad, pero en muchas situaciones, dicha
curiosidad es sana.
De
pequeños somos curiosos y así evolucionamos, hasta que crecemos y nos invaden
(aprendemos) nuestros miedos, esos miedos que bloquean, que no te dejan
avanzar, no te dejan explorar, actuar, esos miedos que como me dicen muchos,
permiten tenerlo todo bajo control,¡qué desgaste! (¿de verdad puedes tenerlo
TODO bajo control?). Pues vaya faena si el tenerlo todo bajo control implica no
actuar, no avanzar, no aprender, no vivir, yo te invito a lo contrario, a
decidir, a salir de esa zona de confort, que por otro lado es muy cómoda, sí,
lo admito, lo único que no hay nuevas experiencias, aprendizajes ni emociones
que acompañen a estas, pero sí, se está muy cómodo en esa zona lo
admito, tú decides si quieres curiosear, probar y avanzar a la zona de aprendizaje, tú decides cómo quieres llevar tu vida.
El
miedo se aprende según crecemos, hay miedos adaptativos:
“Tengo miedo a cruzar con el semáforo en rojo, puede
venir un coche aun no viéndolo, y atropellarme.”
Y
otros miedos que no son tan adaptativos:
“Tengo miedo a caerles mal, mejor no voy a la fiesta
y me quedo en casa tranquila, aunque tenga ganas de salir.”
El
miedo te puede limitar, te puede generar angustia, te puede hacer evitar
situaciones, el miedo te puede hacer sentir emociones desagradables, y en
ocasiones deja de cumplir la misión de protegernos, de protegernos ante
posibles accidentes, peligros reales como el ejemplo del coche, otras veces nos
bloquea frente a peligros no reales, que imaginamos como peligros, pero no lo
son, como el ejemplo de tener miedo a no caer bien a determinadas personas, el
miedo a enfrentarte a una crítica y “dejarlo pasar” (evitar), el miedo a no
tolerar un posible fracaso, miedo a limitar a personas “tóxicas” etc. Estos
miedos a los que me refiero te impiden vivir tu vida y disfrutarla, tomar las
riendas de ella, te impiden decidir con plena libertad aquello que deseas de
verdad, evaluar las diferentes alternativas que se presentan.
Me
he encontrado hasta con miedos tan irracionales como el de pasárselo bien,
miedo a romper barreras o estereotipos, roles que nos han podido adjudicar o
nos hemos adjudicado nosotros mismos.
“No voy a quedar con él, prefiero evitar un posible
rechazo.” (Evitamos el poder disfrutar con otros)
“No quiero cortar con ella, me da miedo estar solo,
de esta forma aunque no seamos felices, estamos cómodos y nos hacemos
compañía.” (Evitamos el disfrutar solos, ser felices)
Toda
decisión que tomes es muy respetable y lícita, pero plantéate ¿a qué tienes
miedo?, ¿qué riesgos “reales” asumes? Y si crees que te compensa mantenerte en
tu zona de confort, adelante, ya te dije que sí era una posición cómoda, el no
asumir riesgos, el no asumir que es verdad que puedes salir escaldado de
ciertas situaciones, que puedes fracasar una y otra vez (el éxito no se
consigue a la primera, advierto), que no toleras la frustración, perfecto, no
decidas entonces y déjate llevar, pero si en cambio, decides que quieres vivir
y decidir cómo dirigir tu vida y qué dirección tomar, si quieres permitirte
equivocarte y cambiar de camino, si quieres probar, explorar y tener nuevas
experiencias, adelante, exponte a tus miedos, es una buena forma de enfrentarte
a ellos, de ver que muchas veces no son miedos racionales sino que, los hemos
creado nosotros, nuestra mente. El buen científico plantea hipótesis y muy
importante, las pone a prueba, muchas veces no se validan pero, en una de esas
pruebas, le saldrá como tenía previsto y llegará a ser un experimento válido,
tras muchas equivocaciones seguramente.
Yo
te invito a curiosear, a centrarte en las sensaciones y experiencias nuevas que
te puede deparar esa curiosidad, a que decidas cómo vivir de forma libre y
plena tu vida, sin miedos irracionales.
Comentarios
Publicar un comentario