La
adolescencia es una etapa que de por sí conlleva cambios, entre esos cambios
están las relaciones con los padres. Las pautas establecidas en la familia se
pueden ver modificadas y será necesario generar nuevas reglas, en la
convivencia, en las relaciones, en la dinámica familiar en general.
En
esta etapa los padres exigen más responsabilidades a los hijos adolescentes
como, mayor colaboración en las tareas domésticas, en el rendimiento académico,
relaciones íntimas, etc..., estos cambios y mayores demandas de responsabilidad
pueden traer consigo una importante fuente de conflictos.
En
la modificación de las relaciones familiares, se transforman las interacciones
entre los miembros de la familia, los hábitos y normas de la casa, se lleva a
cabo una adaptación en toda regla por parte de todos. Los adolescentes son
personas cada vez más maduras y demandan por tanto mayor autonomía y
flexibilidad a la hora de tomar ellos también decisiones, todo ello para
configurarse su propia identidad, acorde a todos esos cambios a los que
se están viendo sujetos, tanto en el plano físico,como en el psicológico y social.
El
adolescente buscará una transformación en cuanto a sus relaciones familiares,
hacia una mayor igualdad y cohesión, especialmente con las figuras de apego
principales, los padres, hermanos…
El
conflicto puede surgir por múltiples razones, entre las más comunes se
encuentran:
-
Cuando
los padres esperan más responsabilidad por parte del adolescente.
“Te
he repetido mil veces que ordenes tu habitación y bajes a cenar, no te lo
pienso decir más, si no, no sales.”
-
Cuando
los padres no creen conveniente que los hijos adolescentes decidan por sí
mismos.
“No
quiero que vayáis solos al concierto, me da igual que te enfades, si quieres ir
yo te llevaré, te pongas como te pongas.”
-
Cuando
hay diferencias en gustos y preferencias personales.
“Estás
hecho un macarra…”; “¿Para qué quieres tatuarte…?, no me gusta la idea.”
Cuando
hablamos de conflictos no hay que verlos como algo negativo, el conflicto en sí
no es ni positivo ni negativo, forma parte de la vida y de todas las personas, dependiendo del estilo que se adopte se resolverá de una forma u otra, siempre
buscando la solución más funcional y constructiva.
- Estilo
impositivo: los padres imponen
las normas, las decisiones que se deben tomar y, si no funciona, se
llega a emplear el castigo o la
amenaza. Pueden surgir con facilidad las discusiones y dependiendo de las
características individuales de cada miembro familiar, llegar más o menos
lejos en éstas. Este estilo aporta poca autonomía al adolescente.
“No vais a ir al concierto solos y
punto, porque lo digo yo”.
- Estilo
negociación: Los padres negocian
llegando a un acuerdo con el adolescente, llegando a un compromiso por
ambas partes. Este estilo genera autonomía al adolescente, flexibilidad y
le otorga espacio para tomar decisiones dentro de su familia.
“No me gusta la idea de que vayáis
solos tus amigos y tú al concierto, os puedo acercar yo al inicio y recoger a
la hora que hablemos".
- Estilo
libertad completa: los padres no
ejercen control alguno sobre los hijos, los consideran totalmente
independientes ya.
“Haz lo que quieras, ya eres mayor
para arreglártelas”
Es
cierto que no hay estilos puros y que el adoptar uno u otro dependerá de muchas
circunstancias, como la edad del adolescente, la conducta que quieren llevar a
cabo, la características individuales de cada miembro de la familia, etc… Con
esto presento una visión funcional del conflicto, donde las personas puedan
aprender y comprenderse, según la situación en la que estén y rol familiar que
desempeñen, sin llegar una dinámica continua de disputas y viviendo una
convivencia agradable, en definitiva, disfrutar de y en familia.
Fomentemos la empatía.
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