Somos
seres sociales, partimos de ahí. Las relaciones interpersonales nos ayudan a
definir los límites de nuestra identidad, en cuanto a las relaciones de pareja,
el establecer un vínculo entre el otro y nosotros nos ayuda a descubrir
nuestras necesidades más íntimas, valores personales, emocionales y proyectos.
El
romper una relación de pareja puede suponer además de la ausencia del otro, una
recomposición personal, se va una parte de nosotros, nuestro rol como pareja se
tiene que reajustar a todos los otros muchos roles que poseemos (social,
familiar, laboral…) y buscar un equilibrio entre ellos, supone perder una
fuente de satisfacción de nuestras necesidades de afecto y seguridad, de
intimidad y compañerismo, se desbaratan aquellos proyectos de vida conjuntos.
En
una etapa inicial es propio y natural sentirse confuso, el buscar explicaciones
a por qué nos está pasando a nosotros, explicaciones que en la mayoría de los
casos no obtienen respuestas ni razones. Es natural también una etapa de dolor,
echar de menos a esa persona e incluso sentirse enfadado con ésta. Esta etapa
puede ir acompañada de una desesperanza, para por último, terminar con una de
reestructuración personal, una adaptación a la pérdida del rol como pareja, una
reorganización también de proyectos personales, motivaciones nuevas.
Lo
difícil es trabajar cada etapa pero es importante para superar(se) la ruptura,
la desilusión. Cuesta al principio, sí, sobre todo concentrarse en asuntos de
la vida diaria y el “tener que tirar para adelante”, además por regla general
el desamor no llega a las dos partes de la pareja al mismo tiempo, por lo que
este proceso de evolución de las etapas variará según la persona.
El
hecho de tomar la decisión de romper también resulta complicado ya que, supone
dejar atrás el pasado, modificar tus relaciones, tu día a día, enfrentarte a
una situación novedosa, el miedo a la soledad, la comodidad que suponía tu vida
hasta ahora, el conformismo:
-
“No
estoy enamorada de Pedro y me gustaría dejarle pero llevamos quince años juntos
y están los niños, las familias…, no estoy del todo mal, él me sigue queriendo
al fin y al cabo.”
No
podemos obligar tampoco a nadie a que nos quiera, aquí no podemos hacer nada
más que aceptar la decisión del otro, decisión por su parte estudiada y donde
no hay vuelta atrás, lo que sí es responsabilidad nuestra es procesar la
ruptura, aceptar los sentimientos propios de dolor, tristeza, confusión,
enfado, tolerar las emociones negativas, trabajarlas y gestionarlas. Superarlo
conlleva tiempo, esfuerzo y trabajo personal.
Somos
en definitiva y como digo siempre, responsables de nuestro bienestar. Cuídate,
quiérete.
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